En el nombre del padre

Carlos Saúl Menem no se resigna, quiere el poder que alguna vez tuvo y que parece que no volverá. Los números hoy no lo ayudan ni en su provincia natal, que gobernó por tres períodos y, de no mediar un milagro, va a perder la elección a gobernador de La Rioja.
En el año 2003, en su intento de volver a ser presidente de la Nación, apeló a la fórmula "macho argentino". Se casó con una mujer 30 años menor que él y, tratamientos mediante, la dejó embarazada de quien hoy es su hijo Máximo.
Su jugada para ese momento fue no confirmar el embarazo hasta el acto de cierre de campaña en donde la ex miss Mundo, Cecilia Bolocco, tomándose su incipiente pancita ingresó al escenario principal para abrazarse con su esposo y decirle a la sociedad "Menem todavía es un roble, vótenlo". Y lo votó sólo el 24% de la población, desistió del ballotage y se quedó sin presidencia.
Luego fue por la senaduría de su provincia y entró en segundo lugar como representante de la primera minoría.
Ahora quiere ser el primer gobernador anti-Kris y para eso apela a la fórmula "buen padre". Luego de negar públicamente durante veinticinco años a su hijo Carlos Nair Meza, hoy lo convoca, recurre a su mediática fama luego de Gran Hermano famosos, para que, después de convencer (u obligar) a su hija Zulemita que lo acepte, suban los dos juntos al escenario, se abracen con su padre y juntos tengan una foto familiar para que se emocionen los votantes.
No se ha escuchado una propuesta de Menem para La Rioja, sólo se sabe que no considera peronistas al matrimonio K, que hasta hace 20 días quería competir para presidente y algún iluminado lo hizo reflexionar y que ahora se acordó de que es padre.
La situación es patética por donde se la mire, pero lo que es más grave es que Menem aún hoy es uno de los máximos referentes de la oposición en nuestro país.
Con estos opositores, ¿cómo no vamos a tener este oficialismo?